8/12/09

Cuando Internet cambió algo "real"

Hace unos días pasó algo gordo en la red. A una ministra española de un gobierno supuestamente de izquierdas le salió el tiro por la culata al intentar colar, como añadido en una ley que no tenía nada que ver, una serie de medidas para favorecer el modelo económico del sector audiovisual.

Éstas medidas vienen continuando la dinámica de apoyo por parte del gobierno español a las grandes empresas que, obcecadas con continuar con un modelo de negocio basado en el control de los canales de comunicación, temen perder ahora la gran ventaja que supone el decir qué, cómo, cuándo y dónde se veía o se escuchaba música, cine, programas de televisión, series... Las caras visibles que promueven el negocio audiovisual tal y como se conoce hoy en día -basado en empresas que promuevan los productos- es decir, los artistas, apoyaron en su momento al gobierno socialista para que llegara al poder, y ahora exigen que éste les rasque la espalda a ellos.

Si nos remontamos a la era Internet anterior al auge del contenido multimedia, nos encontraríamos con que los canales que actualmente se utilizan masivamente para la distribución de material audiovisual, que son relativamente modernos ( youtube, spotify, megaupload, eMule, bittorrent ... ) no existían y, al no suponer una amenaza para el negocio, nadie levantaba la voz. Ahora que parece demostrado que el pueblo tiene voz y voto para elegir qué quiere ver u oir es cuando las discográficas y productoras audiovisuales temen perder su poder. No, no es que pierdan dinero, que lo siguen ganando:
Es que temen no poder seguir ganando dinero siempre. No poder decirnos lo que nos tiene que gustar y cómo obtenerlo.

El pasado 2 de Diciembre, con la inclusión de una nueva disposición en la en la Ley de Economía Sostenible e Internet que hablaba de cierre de páginas web que ofrecieran enlaces a contenido protegido, aunque no hubiera ánimo de lucro y sin mediación de un juez sino de una "comisión" designada por el Ministerio de Cultura, la gota colmó el vaso. Los defensores del acceso libre a la cultura, ciudadanos anónimos que abogan por el derecho universal a cualquier material que pueda ser considerado arte o educación, promovieron la difusión de un manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en Internet que tuvo tanta repercusión en blogs, redes sociales e incluso en prensa escrita que la ministra de cultura Ángeles Gonzalez Sinde, principal artífice de la Disposición en contra de las descargas "ilegales" convocara a un grupo de representantes de los internautas y usuarios para reunirse con ellos y aclarar la situación.

Quitando lo cómico de la reunión, en la que la Ministra hizo acto de presencia únicamente para las fotos de prensa y dejando muy claro que no había ninguna intención de modificar la Ley, éste gran movimiento conjunto de voces anónimas provocó que al día siguiente el propio Presidente del Gobierno rectificara a la Ministra y anunciara que sí que sería necesaria la decisión de un juez para cerrar una web.

A partir de ese momento y, con el miedo a que nuestro medio de comunicación más democrático se convierta en otro canal controlado por multinacionales, gobiernos u otros intereses privados, han ido surgiendo ciertos movimientos en contra del dominio de los intereses privados sobre todo aquello que pueda ser considerado cultura, como ésta inspiradora Carta por la Innovación, la Creatividad y el acceso al Conocimiento en la que se expone de forma cristalina cómo la Cultura Libre cierra las puertas a un modelo lucrativo sólo para unos pocos.

Sin llegar al extremo de artistas como Loquillo o Mago de Oz, otrora antisistemas y azote de la burguesía, que piensan que la música "desaparecerá en cinco años si el gobierno no hace nada (sic)" (opinión que no creo que la mayoría de las personas que viven de la música compartan), tampoco yo vería justo que los artistas se queden sin su sustento por culpa de una distribución incontrolada de sus obras que no les repercuta económicamente. Pero el problema no viene por que cada descarga equivalga a un disco sin vender. El fallo está en que cada artista percibe un porcentaje muy bajo de los beneficios por las ventas. Y no, teniendo las conexiones a internet más caras y lentas de Europa no nos hace falta otro desproporcionado canon para compensar algo que, según la constitución española, no es delito.

En mi opinión, no creo que éste sea el último intento de discográficas, sgaes y artistuzos de mantener su estatus. Habrá más jugadas para intentar salvar la moribunda industria basada en un reparto poco equitativo y en dar al pueblo lo que unos pocos decidan. Pero sigue estando en nuestras manos el permitir o no que eso ocurra. No dejemos que unos pocos se queden con el trabajo de los demás. No permitamos que decidan qué tenemos que ver, leer o escuchar. Ahora los creadores somos todos y nuestra voz puede llegar a todo el mundo. Y aún queda mucho por hacer.

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