2/5/05

Cuando empecé a aprender, después de haber visto como lo hacían otros, me sentí torpe, pero cuando llegaron los primeros resultados el ánimo que me provocó fue suficiente como para empujarme a seguir intentándolo.
Al tiempo, cuando comencé a controlar el ritmo y mis dedos se volvieron más ágiles, el placer que me provocaba hacer algo tan satisfactorio con mis propias manos y mi instrumento hacía que incluso sintiera vergüenza de mencionarlo delante de otros, y si lo hacía era casi siempre quitándome méritos.
Sentir la presión en mis dedos, cambiar la velocidad, el ritmo, la cadencia, hacer variaciones, imaginándo que, en la realidad, otros u otras lo hicieran así, pero rechazándolo a la vez, pues hacerlo de esa manera es algo que me reservo sólo para mí...
Tampoco es que lo haga muy bien, llevo unos años pero no he avanzado tanto como otros, hay gente que practica a todas horas, y yo sólo lo hago en los ratos libres y para relajarme.
Ahora he llegado a un punto que, con un poco de ensayo y unas horas con la guitarra en las manos, puedo tocar casi cualquier canción, un poco a mi manera, pero ¡que coño!, es la forma que a mi me gusta. No es que quisiera que la canción fuese así, es que es como la toco yo.

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